FRAGMENTO, PARODIA, ESCISIÓN

 

Una nota más sobre el cine de Godard


I


¡Sombra terrible de Godard, voy a evocarte, para que sacudiendo el manto polvoso que se ha depositado como cenizas sobre tu obra, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las interpretaciones de tu obra!

Se ha muerto el cineasta francés Jean-Luc Godard, universalmente reconocido como uno de los que más ha trabajado para que la noción del cine como séptimo arte signifique justamente eso. Es que nadie que haya llegado a su obra puede permanecer indiferente. Controversiales, irreverentes, los films de Jean-Luc se han caracterizado; aun en sus aristas más ordinarias por salirse de la convención, por buscar permanente el tratamiento de una forma de hacer cine a contramano las tendencias imperantes.

Justamente, en su pose de enfant terrible, Godard ha sido la quintaescencia arquetípica del director permanentemente inconformista. Imitado, copiado hasta el hartazgo por los grandes directores de finales del siglo XX, pocas veces estos han logrado llegar a las alturas experimentales de su cine, aun cuando repetían 70 veces una toma o trabajaban la tensión entre los actores y sus conflictos en la vida real como lo hacía él. El secreto del arte, se sabe, es intransferible y caprichoso.


II


De todas las películas de su exitosa filmografía hay una en particular que se ha hecho más famosa por la inclusión de una estrella de los años 60 que por aquellos temas que trata. Sin embargo hubo mucho más en Le Mépris/El Desprecio (1963) que un desnudo a colores de Brigitte Bardot en el inicio del film. Para este humilde escritor Le Mépris se trata de la gran meta-película de Godard (y de alguna manera podría funcionar también como una opositora a “La Nuit Americane” que Truffaut estrenaría unos años después partiendo de la vereda de enfrente). Recordemos que μετά es el prefijo griego para “más allá” y que fue concebido por Aristóteles en su Metafísica para hablar de aquellos fenómenos que excedían lo que podemos percibir por medio de las formas en que ordinariamente damos cuenta del mundo que nos rodea. 

Basada en Il Desprezzo (1954) libro del escritor Italiano Alberto Moravia y con un reparto más que interesante; con la mencionada Bardot, Jack Palance como el productor norteamericano más imbécil que yo recuerde y el famosísimo Fritz Lang haciendo de él mismo; la película cuenta una historia bastante lineal en su argumentación: Un escritor (Michel Piccoli) es convocado para trabajar en el guión de una versión cinematográfica de La Odisea de Homero. El contacto de este escritor y su novia (Brigitte Bardot) con el productor de la película (Jack Palance) y su secretaria (la actriz Giorgia Moll) determinará un vaivén de celos y amor en los oscilarán los personajes. 

 

Hasta acá esto podría funcionar como cualquier otra película Hollywoodense masomenos culta y si solo supiésemos aproximarnos con un ojo ingenuo a los postulados centrales de la película no tendríamos por qué estar hablando de meta-película. Pero no solo asistimos a la filmación de una película dentro de una película sino que además tenemos elementos de la realidad filtrándose en la película de la película. Dicho de esta forma parece que estuviese refiriéndome al film en un intrincado galimatías pero pensemos esto en forma de niveles. Tres niveles, entonces, podemos distinguir. 



III


En el primero de estos niveles nos encontramos con la historia lineal, aquella en la que los personajes son tironeados por el discurso amoroso y luchan permanentemente por salir a flote de sus pequeñas tragedias personales. 

 

El segundo nivel es la crítica que opera dentro de la película. No hay nada inocente ni en la elección de la obra que quieren filmar ni tampoco en la forma en que las fuerzas en tensión son presentadas: Palance es en su rol de productor el representante de esa fuerza material que empuja el mundo hacia abajo. Es la financiación, el dinero y también es la industria. La industria que representa este personaje es justamente Hollywood. Empieza a operar aquí un desdoblamiento polisémico en la figura del productor porque Palance no solo es justamente quien aporta el dinero, sino que fuera de la ficción es un actor que se hizo universalmente famoso por las películas de cowboys que había filmado. Es doblemente Hollywood, digamoslo así. Por el otro lado su oposición se construye entre un derrotado (un entregado al mercado) Lang que tiene aún atisbos de rebelión que claudican ante la necesidad de filmar como un adicto transa situaciones intolerables para sostener aquello que no puede dejar; por el otro la arista más revolucionaria esta encarnada por el escritor (Piccoli) que navega entre el descreimiento y la hostilidad hacia el proyecto. Ambas oposiciones (cineasta y escritor) van a encarnar frente a la materialidad descarnada de la industria (productor) la posición ética del mismo Godard: el arte no puede ser reducido a un producto, porque si su reducción se realiza, entonces no se trató nunca realmente de una obra de arte. Recordemos lo que dice el escritor Walter Benjamín a propósito del aura, que esta es la que constituye la unicidad de una obra de arte, es decir, su valor único e insustituible. 

Hollywood es lo opuesto al aura Benjaminiana porque esta última es lo irreproducible, lo propio-de, lo distintivo. Aquí la industria en cambio es la materialidad idiota de lo perfectamente reproducible. Godard se sirve de ello para mostrarnos la necesidad de que exista una ética del cine y también una explicación de esa ética (que en este caso sería la propia película, el desprecio, que es la respuesta de Godard a la otra concepción del cine).

 

 

Por ultimo tenemos la dimensión final que tiene que ver con el proceso material del relato fílmico: Jean-Luc tuvo que enfrentarse durante el rodaje de la película a sus propios libidinosos y chatos productores, los cuales le reclamaban que la bomba sexual de los años 60, la Bardot, aparecía con demasiada ropa. La respuesta del irascible director, cargada de una delicada y estética ironía nos regaló una de las escenas más recordadas del cine moderno que es la inclusión de ese prólogo donde la blonda estrella Francesa aparece desnuda sobre la cama con una cámara que recorre su cuerpo desde distintos ángulos posibles. 

Volviendo a la alusión del ojo ingenuo tenemos entonces que este trabaja sobre la historia de amor/celos/desamor mientras que el ojo avezado se centra sobre la tensión y el enfrentamiento entre lo comercial y lo artístico (la respuesta a ese enfrentamiento es el nacimiento de la ética Godariana). Lo maravilloso de este cine, del cine de Godard es que en sus cimas pueden convivir ambas miradas (no me olvido del tercer nivel, pero ese parte de elementos exógenos y se funde en la ética de la que hemos hablado) porque necesitamos de las dos para entender la totalidad dentro del cine de Godard. Una totalidad construida en el fragmento, en la parodia, en la escisión, todos sinónimos del arte fantástico del ahora fallecido Jean-Luc Godard. 

 

 

13/09/2022

Cristian Verón



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