Una imagen de la biblioteca :

Una biblioteca es en conjunto y esencia un gran contenedor de libros, las hay pequeñas y gigantescas, con cientos de corredores iluminando pasillos llenos de estanterías de libros. Las encontramos de madera, de piedra, de hueso, de arcilla, imaginarias, existen bibliotecas que son una enumeración de restos que han sobrevivido a muchas bibliotecas. Existe también la raza de los guardianes de bibliotecas, últimamente con rasgos más humanos pero siempre centinelas del saber universal.
De las primeras bibliotecas que se conocen quizá la más famosa fue la que mando a construir Sargón II, rey de Nínive, ciudad capital del reino de Asiria allá por el siglo VII antes de Cristo. Había reunido una gran biblioteca a la que su sucesor ampliaría y a la que le construiría un hermoso palacio. La biblioteca, por esas cosas que tiene la historia de recordar mal la conocemos como la biblioteca de Asurbanipal. Se dice que reunía unas 22.000 tablillas hechas de arcilla grabadas con escritura cuneiforme. La guerra llego 200 años después y la biblioteca fue destruida. En el siglo XIX se la redescubrió después de un bombardeo de los civilizados ingleses sobre la población local indefensa. Entre los restos que sobrevivieron al tiempo y a ambas guerras se encontraba el poema épico más antiguo que la humanidad conoce: La epopeya de Gilgamesh.
Poco después del palacio para libros que construyo Asurbanipal empezó a ser un símbolo de sabiduría para los reyes el tener una biblioteca, los reyes de Babilonia y Asiria compitieron históricamente por ver quien tenía el ejército mejor pertrechado, la ciudad más amurallada, y la biblioteca más grande. Tiempo después llegarían los persas y les partirían el trasero mientras ellos estaban ocupados pavoneándose los unos a los otros.
 En épocas del imperio Macedonio, Alejandro Magno concibió la idea de hacer la biblioteca más grande del mundo, para eso dispuso la construcción de una ciudad cultural alrededor de una isla del delta del río Nilo y con mucho ego y muy poco sentido de la democracia la llamo “Alejandría”.
Alejandría con su biblioteca es la imagen más perfecta, más acertada desde la realidad de la biblioteca que Borges deliró la noche que escribió sobre pasillos eternos repletos de manuscritos, libros, pergaminos y palimpsestos. Reunió gracias al rey Ptolomeo al menos un ejemplar de cada obra que se escribía en el mundo antiguo. Allí fueron durante casi 800 años depositados todo el saber y la cultura de un mundo que ya no existe. Por sus pasillos los más grandes sabios de su época transitaron, la biblioteca atraía a gramáticos; filólogos; historiadores; matemáticos; filósofos, químicos, estudiosos de la adivinación, de la geometría, cartógrafos; magos. Se dice que para el 45 DC fecha del primer incendio la biblioteca sobrepasaba las 900.000 obras ya que la destrucción de la biblioteca de la ciudad de Pergamo (donde se inventó el pergamino) fue la ocasión propicia para que Marco Aurelio le done a Cleopatra toda su colección privada.
Sería incendiada seis veces más. De las seis veces las dos últimas nos llaman poderosamente la atención. En el siglo IV después de Cristo los cristianos dieron vuelta la torta y se pusieron a perseguir ellos a otras creencias, el emperador Teodosio el Grande firmo en el año 391 una prohibición destinada a destruir templos, y lugares donde se conservasen objetos de culto para cualquiera que no crea en la fe del dios amoroso que ellos predicaban. La biblioteca fue saqueada, sus ocupantes muertos y el bibliotecario Príapo el helenista quemado vivo por defender libros contrarios a la fe.
En el año 416 llegaron al delta del Nilo derrotando las tropas imperiales los musulmanes a las órdenes de Amr ibn Al As quien al toparse con la biblioteca le pregunto al gran Califa que debía hacer. La respuesta del califa Omar fue que si los libros contenían algo contrario a la fe musulmana no debían ser conservados y debían arder en purificador fuego; mientras que si contenían cosas que estaban de acuerdo con la idiosincrasia del musulmán y la fe en Alá entonces no era necesario tener tantos, porque para eso estaba El Corán y sino la gente podía extraviarse. Por lo tanto también debía arder en el fuego purificador.
El bibliotecario, como el buen capitán de un barco que naufraga ofreció su cuerpo en sacrificio. Solo que los árabes no querían tocar el cuerpo del bibliotecario. No porque tuviese lepra sino porque el bibliotecario era bibliotecaria. Hipatia de Alejandría fue juzgada culpable de promover la adoración de falsos dioses y apedreada públicamente en la plaza mientras los libros, una vez más ardían.
De todas maneras la de Alejandría no sería la última gran biblioteca quemada. Se conocen incendios y saqueos famosos, también famosos perdones; como el de los godos que perdonaron a la biblioteca de Ravena en el norte de Italia aun cuando no sabían que era lo que contenían los libros. De todas maneras cuando una civilización ha agredido a otra a lo largo de los tiempos se ha valido del monopolio de la violencia que dan las suertes de la guerra a uno de los dos bandos para hacer arder la memoria. Pasó prácticamente, y seguirá pasando hasta nuestro hipotético Fahrenheit a lo largo de los tiempos. El problema de las bibliotecas es que fueron construidas precisamente con materiales que combustionan generalmente ante la estupidez humana. Bástenos recordar sino esa parábola que fue el nombre de la rosa, de Umberto Eco, donde la ruina insalvable de la biblioteca es nuevamente el fuego. Solo que esta vez el fanático religioso y el bibliotecario eran a un mismo tiempo la misma persona.
 

 

 CristianV


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